lunes, 18 de mayo de 2015

¿Por qué bordo?


Las mujeres del pueblo ainu bordan desde hace milenios los mismos motivos geométricos en sus trajes. Bordar es para ellas una actividad religiosa en la que cada puntada representa una “oración de las mujeres” (onnatachi no inori). Bordan para proteger a sus seres queridos de los espíritus malignos que acechan a la familia: las enfermedades, la pobreza y la marginación. Cuando se habla de actividad religiosa debe pensarse en el sentido primario del término: re- intensamente ligare- atar, amarrar, unir. En el acto del bordado las mujeres ainu se amarran entre ellas, se amarran a su familia a la que protegen y se amarran al kamui (espíritu divino) que yace en todo.
Cuando bordo los nombres de las víctimas de la violencia en México me estoy amarrando a ellas, a su sufrimiento cuando murieron, a la incertidumbre de su desaparición. Me estoy amarrando a las familias que al buscar a sus desaparecidos o pedir justicia por sus muertos sólo desean, como las mujeres ainu, protegerlos. Me estoy amarrando a mí misma: a mí que vivo en un país desgarrado, que no comprendo tanta sangre, que no sé cómo asimilar tanto dolor cotidiano. Mis puntadas son onnatachi no inori, oraciones por las familias de los asesinados, oraciones por la aparición con vida de los desaparecidos.
Las tierras del pueblo ainu fueron anexadas a Japón en el siglo XIX. Entonces las mujeres bordaron también para mantener la memoria identitaria de su pueblo que poco a poco perdía su lengua y sus costumbres. También en eso veo mi bordado reflejado en el suyo: bordo por la memoria. Las fotos se olvidan; las imágenes de los noticieros se apagan en la noche; en las redes sociales la foto de un desaparecido al que busca su familia se hunde bajo toneladas de información. Ante lo efímero de la memoria actual, ante la avalancha de datos estadísticos, yo bordo. 
Ante el dolor, bordo. Ante el olvido, bordo. 
Por mí, por ellos, por sus familias, bordo.


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